EL DIOS QUE YO CONOZCO

3.00. ¿Pueden los muertos comunicarse con los vivos? - Introducción

La muerte, desde el día mismo en que por primera vez se introdujo fríamente en el mundo, ha sido un enigma insoluble. Pera ha quedado reservada a esta generación la tentativa de sumergirse más profundamente que ninguna otra en el misterio de la vida y de la muerte. Esta es una generación que se apresura hacia la eternidad, y desea saber qué hay allí.

¿Es extraño, pues, que esta generación llena de preguntas se halle rodeada de escenas que desafían toda descripción? Ningún hombre puede cerrar los ojos a este hecho. Está allí. Puede verlo, oírlo, sentirlo. Todo hombre debe decidir como se relacionará con esta situación.

¿Encuentran las respuestas los que se vuelven a los fenómenos parapsicológicos en procura de las mismas? ¿Pertenecen a los muertos las voces que escuchan provenientes del silencio? ¿Podemos de alguna manera llegar hasta otro mundo? ¿Y si pudiéramos, es seguro que lo hagamos?

Aquí hacemos frente a un problema que se acerca mucho al corazón del hombre. Porque ¿quién puede dejar de entender la soledad y el silencio que se posesionan de alguien que ha visto alguna vida estrechamente relacionada con él, disiparse en las sombras de la muerte? Ayer la vida era completa. Las puertas estaban abiertas. Los adioses eran seguidos por las bienvenidas. Pero hoy la vida se ha quebrado en dos. Las puertas se han cerrado completamente. Y todo parece ser muy definitivo. No es extraño que los corazones solitarios busquen consuelo recurriendo a cualquier fuente.

La terrible carnicería y el bautismo de dolor ocasionado por las guerras, guerrillas, terrorismo, violencia urbana, desastres naturales, etc. han dado a los sistemas ocultistas una oportunidad de la cual éstos se han aprovechado muy bien. Incontables millares están volviendo a estos movimientos modernos, algunos con el espíritu de investigación científica, otros por curiosidad o por entretenimiento. Y son legión los que se han convertido en devotos confirmados.

La investigación de los fenómenos ocultos se ha vestido de su manto de laboratorio y se ha introducido en las universidades. Está actuando en las márgenes de la profesión médica. El hipnólogo intenta penetrar en los secretos de la vida. La telepatía, y la clarividencia, la presciencia, la psicoquinesis y la bola de cristal, son actividades que han llegado a ser parte de la conversación cotidiana de hombres serios.

Puede ser, sin embargo, que tu seas una de las personas que han desechado los fenómenos ocultistas por considerarlos tretas. Puedes haberlos eliminado de tu mente como fraude. Sin embargo, aun cuando parte de ellos pueden ser tretas y fraudes -y aun sus propios adherentes admiten que dentro del círculo ocultista existe mucho fraude- la persona que descarta todas sus manifestaciones como tretas o fraudes no ha tenido siquiera una pálida vislumbre de lo que son en realidad esos movimientos, cuyo origen proviene de los tiempos antiguos, y que han dejado marcas indelebles en todos los siglos, hasta que hoy en día no hay hombre o mujer que pueda ignorar su impacto.

Visité una vez el hogar de un cierto hombre. Este caballero, muy amable, era en aquel tiempo un devoto de los cultos orientales, un creyente en la reencarnación. De hecho tenía en su casa un estante con muchas cintas que según se suponía habían sido grabadas para delinear los detalles de las vidas previas de él mismo y de su esposa. Y este hombre no pensaba que implicara ninguna contradicción el pertenecer a una de las iglesias cristianas de ese pais. Despúes de todo, la iglesia enseñaba que el alma es inmortal. ¿Por qué no debía él creer en la reencarnación?

Y su razonamiento no era inconsecuente. Porque si un hombre cree en una inmortalidad innata, ¿por qué descartar los cultos orientales? Si los muertos viven y pueden comunicarse, ¿por qué descartar los fenómenos psíquicos? ¿Que barrera existe contra el espiritismo? ¿Que barreras hay contra los encantamientos más salvajes del mundo pagano? Parece que toda barrera resulta superada.

Sólo cuando conocemos el verdadero origen de la doctrina de la inmortalidad natural del hombre, sentimos las serias implicaciones de estar relacionados con el ocultismo. Solamente entonces escuchamos la campana de alarma.