EL DIOS QUE YO CONOZCO

3.03. No a la muerte sino en la mañana de la resurrección

Por mucho que tu y yo hayamos investigado los misterios de la vida y de la muerte, y nos hayamos introducido en los vericuetos de la mente humana, no sabemos lo que está al otro lado de la tumba, fuera de lo que la Palabra de Dios nos revela. Pero gracias a Dios que allí se nos revela lo suficiente como para infundir una auténtica esperanza en el pecho humano, una esperanza que toda la humanidad necesita desesperadamente.

Jesús mismo dijo que nuestros amados muertos descansan en paz hasta el día de la resurrección, y que entonces él los llamará:

"No os maravilléis de esto; porque vendrá hora cuando todos los que están en los sepulcros oirán su voz; y los que hicieron lo bueno, saldrán a resurrección de vida; mas los que hicieron lo malo, a resurrección de condenación" (Juan 5: 28, 29).

Aquí el Creador del cielo y de la tierra, que tiene en sus manos los asuntos de la vida y de la muerte, declara en forma sencilla que viene una hora en que todos los muertos oirán su voz penetrante y vivificadora. Y entonces, no a la muerte sino en la mañana de la resurrección, los hijos de Dios que esperan aparecerán con el don inapreciable de la inmortalidad. ¡Ésto es lo que sencillamente enseña el Evangelio!

Sí, una de las verdades más dulces y más consoladoras del Libro de Dios es que cuando un hombre muere descansa tranquilo, sin ser perturbado por los recuerdos de una vida trabajada o por preocupaciones respecto de sus amados, hasta el día de la resurrección.

¿Dije yo que podríamos tener que desprendernos de unos conceptos acariaciados al descubrir la verdad?

Sí, nuestros falsos conceptos pueden haber tenido un rastro de belleza. Pero vemos ahora que quedan arruinados por el temor y la inconsecuencia. Los hacemos a un lado solamente para aceptar una verdad que es infinitamente más satisfactoria. La forma en que Dios hace las cosas es la mejor, y es la que ofrece el único consuelo perdurable.

Nota cuán consecuente es el plan de Dios. Repásalo de nuevo. ¿Por qué necesitaríamos una resurrección al fin de los tiempos si los hombres obtienen la recompensa inmediatamente cuándo mueren? ¿Por qué necesitaría Jesús regresar a esta tierra por segunda vez, como lo ha prometido, para reunir a su pueblo, si sus hijos ya están con él en el paraíso? ¿Por qué enseñan las Escrituras acerca de un juicio en los últimos días si los hombres ya han sido juzgados a su muerte?

¿Lo ves? Los muertos no regresan a sus hogares. Su facultad de pensar cesa. No saben acerca de los problemas de esta tierra. Descansan en silencio, imperturbables, hasta que Jesús los llame a vida eterna en aquel glorioso día de reunión.